Ver nacer una estrella

Internet ha cambiado la forma de ver el fútbol. Ha democratizado el que ya era considerado como el deporte rey. Cualquiera puede acceder, en apenas unos minutos después de que finalice cualquier partido importante, a un resumen tan completo como condensado. Y si un jugador despunta mínimamente, sus highlights se viralizan más rápido de lo que uno tarda en decir «gol». Esto, por contra, le resta romanticismo al hecho de descubrir a la nueva joya del momento. Algo a lo que el Cotif nos ha acostumbrado.

Parece que todos estaban presentes cuando jóvenes talentos como Jadon Sancho o Ansu Fati demostraron al mundo de qué estaban hechos. Una sencilla búsqueda en YouTube da como resultado estupendas muestras de su inmensa calidad. Pero, ¿de verdad eso es suficiente para comprender la magnitud de un futbolista?

Ningún director deportivo que se precie ficharía a un jugador por lo que ha visto en un vídeo recopilatorio. Si, pese a estar inmersos en una época digital, todavía hoy existe la figura del ojeador es por algo. Hay que observar al joven futbolista los noventa minutos de juego sobre el césped. Por ejemplo, de Els Arcs.
El Cotif atrae cada año a cazatalentos de equipos de toda Europa. Es algo que comprobé mi primer verano como parte del equipo de comunicación del torneo y me sorprendió. Un torneo de renombre como el de L’Alcúdia es un gran escenario en el que demostrar cualidades, pero también debilidades. A cualquiera le gustaría tener en su equipo al clásico chupón que carga sobre la espalda el peso de su equipo y que, con dos destellos, resuelve partidos. Pero estos no son infalibles. Y esto sí que no sale en los highlights. Tampoco aquellos jugadores que, sin ser sobresalientes por momentos, son la regularidad hecha persona. Por eso los ojeadores toman buena nota de absolutamente todo para poder elegir con criterio.

Partidos que tienen un aire de amistoso pero en un campeonato de prestigio y consolidado como los que se ven en los veranos de L’Alcúdia ofrecen ese ambiente entre la liberación de un duelo intrascendente y la seriedad de una oportunidad por un trofeo.

Es ahí donde nacen las estrellas. No en YouTube. Ni en una liga de primer nivel. Cuando un jugador deslumbra en un Barça, un Bayern o un Liverpool, se hace mainstream, pero hubo alguien que lo descubrió antes en un campo más humilde.

Hoy estamos hartos de ver a Lautaro Martínez marcar goles y realizar partidos al nivel de los mejores jugadores de Europa. Reconozco que me da rabia no haber estado presente en el verano en el que deslumbró en el Cotif y haberlo descubierto mucho antes que el resto del mundo.

Aunque en el último verano que pasamos en l’Alcúdia vimos a un jugador que a todos nos encandiló. Álex Baena, a sus 19 años, deslumbra al mundo entero en sus apariciones con el Villarreal en Europa League. Marca y reparte goles en competición europea como un pez nada en el agua. Quizás sea la futura estrella del fútbol español. Y más de uno podrá decir que no le viene de nuevo, porque ya apuntaba maneras cuando, con el 10 a la espalda, un dorsal reservado para los mejores, llevó a la selección española a hacerse con el Cotif del pasado año. El número en su camiseta ya nos advertía de su condición de crack. Pero verlo sobre el campo fue una auténtica maravilla. En ocasiones, incluso, te olvidabas de que tenías una porción de pizza en la mano.

La primera vez que le vimos sobre el césped solo le pudimos disfrutar 40 minutos ante la siempre potente Rusia. El Cotif es un torneo que todos quieren ganar, pero que también sirve para dar oportunidades a aquellos con menos minutos como internacional con la selección. Es algo que comprendes, pero que a la vez no soportas. Sin embargo, aquella pequeña dosis de fútbol fue suficiente para ver que estábamos ante un jugador de esos que nos gustan. Se sabe importante, no le quema el balón en los pies, lo mueve en la zona de tres cuartos y genera oportunidades para el resto. Y gol, tiene gol. Reconzco que tengo debilidad por los mediapuntas de corte clásico, aunque el fútbol parezca empeñado en hacerlos desaparecer. Pero ese espíritu de jugón siempre prevalece, aunque se adapte a posiciones como las de interior o extremo.

Tampoco le vimos tanto como nos gustaría en el encuentro ante Argentina. Salió en la segunda parte dispuesto a romper el empate inicial de un intenso partido. Pero las cosas se torcieron. La Rojita se quedó con nueve y tuvo poco margen de maniobra. Aunque creo que todos soñamos con una brillantez de Baena que salvase un encuentro que se llevaron los argentinos con un penalti en los últimos minutos.

Con cierto sufrimiento, la España de Baena (pero también de Cedric, Latasa o Tenas) llegó a la final y se llevó el torneo con goleada ante Rusia. Baena marcó el tercero de los cuatro que endosó la Rojita a la escuadra rusa. Y, cómo no, demostró que era un jugador diferente, con cualidades que, bien trabajadas, marcan la diferencia en este deporte. Vimos grandes futbolistas aquel verano de 2019, el último que hemos podido disfrutar. Pero el gran equipo de periodistas del Cotif no tuvo ninguna duda a la hora de proclamar que el MVP del torneo fue Baena.

Ver nacer una estrella no está al alcance de todos, pero los que vamos cada verano a Els Arcs contamos con un índice de probabilidad más alto que el resto. Por ese motivo, como muchos, espero con ansia a que esta dichosa pandemia nos dé tregua y permita reunirnos en el campo que tantas ilusiones y carreras futbolísticas alimenta. Nos vemos pronto.

Rubén Sebastián

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